Ámate, amor mío,
ámate fuerte,
aunque la tempestad
de lo excluyente
irrumpa en tu
jardín adolescente,
aunque las piedras
del camino
atasquen el fluir
de tu fuente,
el maná esclarecido
que te une al más grande,
al océano infinito de energía
que subyace en todas partes.
Ámate, amor mío,
ámate fuerte,
que cuanto más alto
sea tu anhelo
más cerca estará
el cielo, más lejos
el agitado vendaval
que te aparta
de tu centro,
más desnudo
el titiritero
que te grita
sin consuelo,
que te esquiva
con esmero.
Ámate, amor mío,
susúrraselo a tu espejo,
sé dulce contigo misma,
abrázate sin motivo,
transfórmate en lo bello
y puro que te acompaña
desde el inicio,
dale la mano al sublime
que te espera en cada estación,
al amor divino
que descansa en tu interior.
Ámate, amor mío,
acéptate bien fuerte,
que siempre habrá
golpes de huracán
tratando de que
no te encuentres,
que después
de tanta montaña
y tanto valle impenitente,
divisarás un altiplano
donde perderte para siempre.