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  • Gael Rodríguez

La separación y el karma


Hay un momento en nuestras vidas, cuando todavía somos muy pequeños, apenas tres o cuatro años de vida, en el cual experimentamos la separación con aquello que hasta ese momento nos mantenía en estado de unión. La mente, en su forma divisoria, hace presencia por primera vez. Es una novedad muy sutil, pero real. Se incorpora a nuestro torrente sanguíneo en paralelo a nuestra incorporación en la mente social, en las rutinas y aprendizajes que nuestro entorno y la sociedad nos ofrece. Pasamos de confiar y de estar unidos a nuestra Fuente a confiar y a depositar nuestra identidad en cosas, creencias y personas ajenas a aquello que realmente somos.

Cuando nacimos, nos montamos en una barquita y navegamos río abajo, en auténtica comunión con el Creador. Nos dejamos llevar por Él. No creíamos que éramos los hacedores, tan solo vivíamos en nuestra esencia, en estado de no mente.

Cuando salimos de este estado, ponemos nuevamente en funcionamiento la rueda del karma. Abrimos la maleta de viaje que traemos con nosotros y vuelven a salir todas aquellas cosas, emociones, situaciones, etc. que en la vida anterior no hemos trascendido. Se despliegan y vuelven a atraparnos en su red. Volvemos a identificarnos con ellas y la ilusión generada por la mente ególatra vuelve a tomar las riendas de nuestra vida. La venda de "lo que no es" tapa nuestros ojos.

El miedo aparece por primera vez, como fuerza motriz divisoria que nos aparta del amor de Dios. El mismo miedo que, más tarde, nos llevará a buscar lo que somos, nuestro Origen.

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