Esos dos ciruelos abiertos en flor
en realidad no lo son,
en realidad son dos versos
que se me escaparon,
dos fragmentos desatados, inconexos,
de algún poema del mes de marzo.
Como dos pompones violáceos, nazarenos,
lanzan al cielo santo de esta mañana
la preponderancia de lo natural,
del virginal elixir de sus flores,
de sus pétalos, sobre cualquier otro
menester humano, haciendo aún más
viva la verdad, más descarada su dignidad,
la que hace que sea la belleza
lo que nutre mi pasar.
Errante
Un invitado, un huésped, un iletrado,
errante en esta vida como el viento
al que tanto amo...
De un lado para el otro,
sin dirección fija
hasta que me reencuentro
con la vida, con mi vida, contigo.
Luciérnagas en el poniente
Poema Nº 23
INÉDITO
Entre la presencia y la esencia
Así, buscando la cornisa
desde la cual cantar
a los cuatro vientos,
el poeta se enmaraña
para ver, para crecer,
para desde la autenticidad
de su escondite vital,
desde lo recóndito
de su vivir, emanar la voz
que le permite comprender,
Ser.
Así, atándose a la vida
hasta que esta
le aprieta el alma,
hasta que el malabarismo
emocional de lo cotidiano
lo empuja a amar,
a dejarse ir,
a seguir siendo Ser.
Y, entre la presencia
y la esencia,
entre lo profano
y la pureza,
domestica su parte amarga
para llenar su vida
de verdad y de belleza.
Pompones nazarenos
Extraña, extraña
es la vida
en su composición
y solo la encuentro sentido
en los campos fraguados,
esperanzados
de la expresión,
como tundras envalentonadas,
como remolinos de verdor,
acantilados de gotas lidias
que recorren mi interior.
Perder contigo el horizonte de los días,
eso es lo que me gusta,
perderme contigo
en esta traviesa libertad,
sin saber dónde estamos
ni en qué día estamos parados,
como dos almas varadas
por la realidad,
conquistando nuestro presente
como dos luciérnagas
en el poniente.
Sí, siempre quiero más.
¿cómo no quererlo
si me llenas con tu verdad?