Qué baile destacado éste,
el de los árboles verticales
en otoño,
con sus cientos y miles
de canarios
que se alegran
con el viento,
tanto que al final
cambian de color,
ahora pájaros del amazonas,
cotorras descarriadas,
más tarde
pedazos de vida,
abrigados con los ropajes
de cuero con los que enfilan
el final de sus días.
A veces, las encuentras
en grupo,
correteando juntas,
a veces en solitario,
buscando afanosamente cobijo
en alguna esquina
de mal paso,
a la espera
de que el correr
del tiempo
se la lleve,
quién sabe dónde,
quién sabe de qué
forma misteriosa,
y pase de ser una hoja
a ser instante de memoria,
retoño de primavera
con la vida suficiente
como para saborear
la gloria…esa que ella
divisa en los días
de noviembre,
cuando sin la atención ya
del ojo humano
se entrega
a su derrota.
Y qué me dicen del sonido,
reverberaciones de nuestro
mundo interior,
muestras bondadosas
de la musicalidad de vida
que habita en nuestro corazón.