Qué bueno que me des esta oportunidad, la de amarte, la de cuidarte, la de responder a tus preguntas, siempre dulces, un día cualquiera, una tarde en nuestra esfera eterna, en esa burbujita donde la vida sube la escalera, se eleva, para contarnos todas esas cosas que acicalan nuestra existencia.
No, no importa lo que digan los otros, a mí solo me gustan las verdades que emanan de tu rostro, centelleos de purpurina, milagros inesperados que amilanan la rutina.