Pensar y vivir en términos absolutos, con la fresca y redonda lucidez que proporciona la sabiduría universal de la Fuente, es una de las consecuencias más dichosas de estar conectado a tu Ser. Cuando eso sucede vives la Unidad y te conviertes en un instrumento de las mejores cosas de la vida. Necesitamos de esta conexión para descifrar la ruta que nos lleve a vivir en la paz de nuestro corazón, para ir extrayendo a la superficie la luz de nuestro destino.
Es como si nuestro cuerpo no tuviera un límite definido, como si nuestra existencia se alargara hasta perderse en el infinito de la Creación. Imaginemos por un momento que de nuestra cabeza sale un fino canal dorado que nos une con el Universo. Por ese canal limpio y puro se desliza una energía y un nivel de conocimiento que nos llena de vida y de creatividad.
El paso por la vida está repleto de derrotas y de victorias. Cada derrota del ego es una victoria del Ser. Cada derrota es la contracara de una victoria, y al revés, cada victoria es la contracara de una derrota. Conforme avanzamos por el sendero del amor a la verdad más consciente nos hacemos de esta realidad.
Mis momentos de mayor lucidez y éxito interior en la vida han venido siempre precedidos de momentos de tensión, angustia, caída o lucha. Así es como opera la luz interior. Cuando en medio de la tensión nos entregamos a algo superior, a nuestro espacio de amor y comprensión, algo se abre para dejar escurrir un reconfortante rayo de perfección.
Esto es así, porque, al igual que la nuez, detrás de la cáscara se encuentra el fruto. Para sacar lo mejor de nosotros, para avanzar, es necesario despojarse de algunas enseñanzas y aprendizajes que actúan como barreras, como diques que limitan todo nuestro potencial.
Para amar y honrar la vida, para encontrar nuestro sentido y poder vivir una vida feliz, tenemos que soltar todo aquello que nos separa de la grandeza de nuestro Ser.
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