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  • Luz Boscani

Autoestima


Ámate sin esperar que los demás lo hagan por ti. No dejes que los demás te construyan, te definan, y en base a sus opiniones formes tu valía. Tampoco pretendas que las personas que no te aprecian cambien su forma de ser. Este no es el camino hacia el verdadero amor. Debes comprender que tú eres dueño de tu vida y debes amarte tanto como puedas para alcanzar la felicidad.

Somos responsables de nuestras emociones. Nuestros pensamientos y sentimientos nos pertenecen, y es por ello que debemos hacernos cargo. Si no actuamos de esta manera estaremos permitiendo que cualquier persona nos cambie el día, nos convierta en felices o tristes dependiendo de la idea que se le ocurra expresar. Completamente agotador, desequilibrante y desgastante. Solo nos conduce a una inestabilidad emocional muy profunda.

Emprende el camino del amor y la aceptación de tu persona. Es un camino apasionante donde descubrirás lo mal que te tratabas tiempo atrás. Donde de a poquito armarás el puzzle de tu estima hasta que te invada la dulzura y la alegría. Experimentarás emociones como el agradecimiento por tu cuerpo y tu existencia, te mimarás y te tomarás el tiempo necesario para cuidarte emocionalmente generando espacios de meditación y sonrisas. Tu vida entera se transformará atrayendo mejores situaciones y personas.

Animémonos a invertir la mirada, dejemos de odiar al otro por su falta de respeto y comencemos a amarnos por nuestra grandeza.

Reflexionemos a través de esta historia:

Empieza por ti

Las siguientes palabras fueron escritas en la tumba de un obispo anglicano (1100 d. C.) en las criptas de la Abadía de Westminster:

Cuando era joven y libre y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Al volverme más viejo y más sabio, descubrí que el mundo no cambiaría, entonces, acorté un poco mis objetivos y decidí cambiar solo mi país.

Pero también él parecía inamovible.

Al ingresar en mis años de ocaso, en un último intento desesperado, me propuse cambiar solo a mi familia, a mis allegados, pero, por desgracia, no me quedaba ninguno.

Y ahora que estoy en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: si me hubiera cambiado primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado a mi familia.

A partir de su inspiración y estímulo, podría haber hecho un bien a mi país y, quién sabe, tal vez incluso habría cambiado el mundo.

Anónimo

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