¡Oh Suprema Morada de todas las virtudes!
Yo no deseo aparecer como virtuoso
a los ojos de los hombres;
Tampoco anhelo acumular riquezas
en la Tierra;
Tampoco deseo gozar de placeres mundanos.
Todo cuanto me deba ocurrir,
deja que me suceda.
Tan sólo te pido una cosa:
que mi profunda devoción por Ti
permanezca siempre firme, en esta vida,
y en las vidas por venir.
Mukundamala, 6