Respeto y admiro, desde lo más profundo de mi corazón, la extraordinaria pureza de la naturaleza, de toda la creación. Todo encoge mi corazón, desde el insecto más pequeñito hasta el pico de una montaña majestuosa.
He tenido la posibilidad de observar cómo un árbol dejó caer suavemente una hoja que el viento se encargó de transportar. La vi caer cerca de un sapo que avanzaba de salto en salto, mientras una ardillita, con un fruto en su boca, corría entre preciosas y viejas ramas. En las alturas un águila imponía su figura y parecía decir: “Soy el amo del cielo, del eterno”. Mientras el bello sonido del agua del río se convertía en un mantra que me dejaba en silencio, pude ver cómo el castaño protege su fruto con una capa de preciosos pinches, cual erizo, y lo dejaba caer abriéndose como una flor.
A veces pienso: “¿Cómo es posible que exista una culebra con tan bella piel y exquisito diseño? ¿Cómo es posible que la tierra se haya plegado en tantas capas generando montañas solemnes? ¿Cómo es posible que un ciervo recorra saltando, cual bailarina clásica, los bellos campos verdes? ¿Cómo es posible que la tierra me ofrezca una variedad inmensa de frutas, vegetales y hortalizas? ¿Cómo es posible que el cielo sea una pintura diferente todos los días? ¿Cómo es posible que las flores además de ofrecerme una belleza inaudita me brinden una gama de delicados y ricos perfumes? ¿Cómo puede ser posible que exista tanta variedad de peces, animales, árboles, plantas, tierras, aves, insectos, frutas…? Me pregunto: “¿cómo es posible?”.
La respuesta es la pureza. Todo ello es posible porque existe un componente único e inimitable que es el alma. El alma del mundo, el Poder Creador es lo que ha hecho posible semejante creación.
Te invito a que te sumerjas en el mundo de la verdad y la naturaleza para transformarte en amor.