top of page
  • Gael Rodríguez

El sabor de la derrota


Cuando perdemos, cuando las cosas no salen como deseamos, estamos acercándonos un poco más al verdadero significado de nuestra efímera presencia en la vida terrenal. Desde el mismo instante en que nacemos iniciamos una cuenta atrás hacia nuestro final, iniciamos el trazo de un círculo que acabará cerrándose. Volvemos al Origen. Como la hoja que nace en primavera nos deslizamos hacia el otoño, como el amanecer iniciamos un viaje hacia el atardecer. Comprender nuestra muerte es comprender nuestra vida. Inevitablemente, perderemos. La vida es una constante despedida, una constante perdida. Nos despedimos los unos de los otros, nos despedimos de nuestro cuerpo, de nuestra salud, de nuestra piel. La hoja amarilla que lentamente cae del árbol en una suerte de oscilación, en un vaivén prolongado, nos muestra el camino.

Si tenemos suerte junto con nuestro físico se irán marchando nuestro orgullo, nuestra vanidad, nuestra manera rígida y acorazada de observar. Avanzamos, pero ya no nos valen las verdades del pasado. Si tenemos suerte, podremos soltar lo que construye nuestras bajezas y disfrutar de la mansedumbre de nuestro corazón. Cuando perdemos, cuando caemos, nos acercamos al corazón de Dios. Bajamos nuestras defensas, inclinamos nuestra cabeza, nos entregamos. Comprendemos nuestra fragilidad, nuestra finitud, la oriunda torpeza de nuestro ego. Comprendemos cuán insignificante es y cuánto tiempo hemos perdido aferrándonos a él. Nos dilatamos al ritmo de los latidos de nuestro corazón, al calor de nuestra hoguera humana, de nuestra esencia.

bottom of page