A pesar de nuestro fuerte y férreo aprendizaje al respecto decidimos muy pocas cosas, quizás ninguna. No somos el verdadero hacedor de este ensayo que nos ha tocado actuar.
A veces, pienso: “Esto que soy ahora, mi presente, lo que hago, las personas que me rodean, mis deseos, mis miedos, mis preocupaciones, la mayoría de mis pensamientos, ¿los he decidido yo conscientemente?” Y en seguida mi mente apresurada sale al terreno de juego para exponer sus argumentos: “Sí, por supuesto que fui yo quien decidió tal cosa, quien mandó ese curriculum vitae, quien llamó o eligió a esa persona, quien decidió esa carrera universitaria, etcétera”. Entonces, me quedo en silencio, me conecto con mi Fuente Interior, con ese espacio de paz virtuoso y completo, y la respuesta empieza a cambiar. Algo, en forma de sabiduría natural y perfecta para mí, me dice que las cosas se dieron porque sí, porque estaba en el sitio adecuado en el momento adecuado por una serie de coincidencias, de sincronías. El consejo de alguna persona cercana, algún aprendizaje o creencia al respecto. Algo, que alguien había puesto allí, estaba en el tapete de la mesa para ser agarrado. Algo, que existía en nuestro espacio de comprensión, estaba allí para ser utilizado.
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