Aún podría valer
el cuerpo erizado
que sospecha
de sí mismo,
como los amontonados pinos
que se derraman
en la laderas,
acacias del malherido orgullo,
sin que los páramos derrumbados
de cualquier existencia
hayan podido trascender
la inquietud
de lo que vive.
Si tan solo
soy un pasar,
¡qué infinita aventuranza esta!,
cruzarme contigo
en cada uno
de los puestos fronterizos
que separan
un segundo del siguiente,
una noche
del día
que la precede.
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