Cuando permites, cuando abres en ti un espacio no circunscripto y fluyes con la confianza de que todo estará bien, es cuando armonizas con el Tao, es cuando te completas y te conectas a la verdad. En ese mismo instante, pareciera que las piezas del rompecabezas se unen mágicamente para colaborar en que tú te encuentres bien.
Al no interferir con las leyes divinas, al dejarte Ser y dejar ser a tu alma sin restricciones los milagros se materializan, las acciones se concretan, los sucesos ocurren, las personas aparecen y las emociones se estabilizan. Todo ello es posible gracias a que tu mente, tu ego, no se ha interpuesto entre tu yo sagrado y el Universo magnánimo.
Practicar la no interferencia es un arduo trabajo que conlleva autoconocimiento, entrega, profundidad, sabiduría, practicidad e inteligencia.
Seguramente crees que te resultará muy complicado abandonar el control cuando por ejemplo, alguien está haciendo comentarios negativos respecto de ti y la forma en que la vives. Existen personas que tienen una gran carga de violencia y sus expresiones pueden llegar a ser muy hirientes. Sin embargo, los que estamos conectados a nuestro corazón podemos permitir que esto ocurra con templanza, podemos escuchar y dejar ser sin sentirnos atacados, porque reconocemos en el otro un reflejo de sus emociones y comprendemos que no son el hacedor. Permitimos, nos entregamos y dejamos que ocurra. Las emociones que experimentaremos serán mucho más beneficiosas para nosotros que si nos enojáramos y confrontáramos. No por ello debemos dejar que nos falten el respeto, eso siempre debemos frenarlo.
Existen miles de momentos en que la frase: “Estoy entregado, que sea lo que Dios quiera. Que el Poder que me ha creado me lleve por el camino que crea conveniente, me rindo ante Él” puede proporcionarnos un gran alivio.
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