Vivimos inmersos en una cultura que enfatiza la necesidad del siempre más. "Acumular, tener, conseguir..." se ha convertido en un mantra que repetimos una y otra vez. A veces lo conseguimos, otras no, pero, de una u otra manera, lo que hemos obtenido no cubre nuestro vacío interior. Si anclamos nuestro sentido y alegría más profunda a los logros externos estaremos entrando en un círculo tóxico y negativo.
La cuestión fundamental no es tanto el querer tener o conseguir, como cuán importante es esto para nosotros. La cuestión no es tanto que te rodee la abundancia como que no sea así, sino cuánto peso tiene esto para ti, en qué medida sustenta tu plenitud personal. Si los pilares del templo que construyes son ladrillos huecos no tendrán el mismo aguante que si son rocas consistentes. Busca la piedra que sustenta tu templo y deja que Dios ponga los adornos que considere oportunos. La belleza del templo no proviene tanto de los ornamentos, insuficientes por sí mismos, como de la estructura férrea y presencial que lo mantiene en pie.
Si el tener más, cuando las necesidades básicas para vivir están cubiertas, se convierte en un pensamiento o deseo frecuente, hay algo que no funciona. La agitación mental que provoca el deseo se encuentra lejos del lugar donde habita la paz de tu corazón. ¿Qué me produce más sosiego, más serenidad, perseguir más o valorar lo que ya tengo?
Lo que conseguimos nos trae más problemas que lo que perdemos. Rebaja tus pretensiones y fortalece tus huesos.
Tras la lectura de El poder de la fuerza interior, habrás alcanzado un estado de paz interior que te permitirá concretar todos tus sueños.