¿Qué crees que te falta para sentirte feliz? ¿Cuántas veces a lo largo del día nos evadimos en algún deseo, en alguna acción o recompensa futura que supuestamente nos va a completar?
Se supone que cuando alcancemos ese fin, ese objetivo, nuestra vida será dichosa y nos dedicaremos a repartir alegría. A veces es algo de tinte material, como tener más dinero, un coche mejor o una casa más grande y lujosa, por poner algunos ejemplos. También puede ser que ansiemos obtener cierto reconocimiento, el aplauso de los demás o una actividad que nos permita encajar mejor en determinados ambientes. Otras, anhelamos que alguien más, con su amor, nos complete. Tampoco faltan las ocasiones en que nuestros deseos van hacia el bienestar y la salud de otras personas queridas.
Existe toda una gama de posibles deseos, pero hay algo que los hace iguales. Hay una sustancia natural, compartida, en el fondo del deseo. Es algo que se cumplirá o no en un futuro, no en el momento presente. Cuando nos perdemos mentalmente en un deseo, estamos diciéndonos las siguientes palabras: “Ahora mismo no puedo ser feliz, no me merezco serlo porque me falta algo. Hay algo más en la vida que no he obtenido aun y que no me permite disfrutar con plenitud, con gratitud de ella”. En otras ocasiones supeditamos nuestro bienestar a otra persona, un familiar, un amigo, etc. Si la otra persona no está bien nosotros tampoco podemos estarlo. Entonces, en esas circunstancias, es muy fácil que comencemos a acumular cierta ira y resentimiento hacia el otro porque interiormente lo culpamos de nuestra infelicidad.
Sea lo que sea, la mente siempre buscará algo que nos haga parecer que ahora mismo no podemos sentirnos radiantes y entusiasmados, algo que justifique nuestro estado de desdicha. Cuando nuestro deseo se haya cumplido, uno nuevo aparecerá. Ahora tenemos esto que tanto deseábamos, pero ahora nos falta esto otro. Su hábitat natural es la inquietud y el deseo. El deseo pues es un mecanismo propio de la mente, consustancial a ella. La mente solo puede realizarse en el deseo. Es importante que seamos consciente de esto. Pase lo que pase, obtengamos lo que obtengamos, sea considerado algo exitoso socialmente o no, nuestra mente seguirá deseando. No se sentirá saciada.
El error del deseo subyace en el posicionamiento de la mente en un momento de tiempo diferente al ahora. Nos hace viajar al pasado o al futuro para volver a desear algo que tuvimos o que tendremos. De esta forma, niega tu realidad presente, niega que lo que eres ahora es grande. Y ahí reside el origen del problema.
Acostumbra a preguntarte más a menudo: ¿Qué necesito ahora mismo para sentirme bien? ¿Qué necesita mi corazón para sentirse en paz? Tras varias respuestas de corte más superficial, te darás cuenta que en realidad ya tienes todo lo que necesitas. Y entonces, te concederás aquello que tu corazón te pide, no lo que desea tu mente estresada. Hay tanta riqueza dentro de ti que lo que deseas de afuera tiene muy poco peso. La magia de la vida reside en que puedes sentirte abundante y feliz ahora. No solo por lo que ya tienes, material o afectivamente, sino porque eres eso. Eres abundancia y felicidad.
Si te das cuenta de que eres abundancia, ya no sentirás la necesidad de conseguir abundancia. Ya no será una fuente de insatisfacción para ti que eso que deseas no llegue. Ya no te sentirás frustrado. Si te das cuenta que eres amor, y te amas, ya no sentirás que necesitas que otros te acepten y te amen.