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  • Luz y Gael

El miedo


Muchas veces pensamos que tenemos un problema y nos creemos con avidez la vida terrenal, con sus crudezas e incomodidades. Nos aferramos al suelo y comenzamos a ver las cosas con cristales oscuros. El problema toma el cien por ciento de nuestro día. Nos creemos la película y nos embarcamos en las proyecciones de una mente que pasa a generar especulación, miedo, ansiedad y drama.

No siempre es fácil alejarse, tomar sana distancia de lo que nos molesta para observarlo y relativizarlo. Nuestros pensamientos nos hacen parecer que es tan real, tan peligroso y malo, que acabamos por caer en su mentira, en sus terribles fantasías. Alguien una vez me dijo que los miedos eran como “círculos de tiza”, sin peso, que podemos deshacer con solo soplarlos.

La verdad es que, a pesar del recurrente engaño, sea lo que sea lo que sientas que está mal, siempre es relativo. Siempre esconde otra verdad, otra lectura. Lo estás contemplando desde una esfera de verdad limitada, desde unos aprendizajes y una forma de pensar determinadas. No es real.

No es fácil asimilar esto, porque a nuestra mente le gusta aferrarse a lo negativo y convertir los hechos, la energía que simplemente circula de un lado para el otro, en problemas. ¿Qué es lo que hace que algo sea un problema? La sensación de miedo es muchas veces inevitable. Es una emoción natural que además es necesaria para muchos aspectos cotidianos de la vida. Si no experimentáramos el miedo no sabríamos diferenciar lo que es evidentemente peligroso de lo que no lo es. No podríamos ser prevenidos ni cautos. No temeríamos hacer el mal.

Pero al igual que sentir cierto temor ante determinadas cosas es natural, no lo es el arte de dramatizar. Algo que a nuestra mente le encanta practicar. Pero, ¿quién es el verdadero dueño de tu vida, tú o tus pensamientos, tú o tus emociones? Demuéstrale, demuéstrate, quién es el verdadero jefe.

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