Eres una unidad. Un totum compuesto por poderosas y sabias partículas que juntas orquestan la vida, tal y como la apreciamos con nuestros sentidos. La inteligencia divina es nuestro principal componente, la esencia que nutre la planta. Somos verdad unificada. Nuestro cuerpo, con sus millones de mecanismos internos, los cuales interactúan con gran precisión, es un claro ejemplo de esa ingeniería celestial. Si queremos admirar algo, podemos comenzar a hacerlo con lo que la naturaleza ya ha creado en nosotros, con todos esos componentes milagrosos.
Uno de ellos es la respiración. El instrumento más sorprendente que nos ha sido entregado. Ya no solo es el principal fundamento de la vida, ¿cuánto tiempo podemos vivir sin respirar?, sino que además posee poderosos y sanadores usos. Llevamos con nosotros a Dios, pero no lo aprovechamos. Llevamos con nosotros la felicidad, pero no queremos verla. ¿No es relajante y reconfortante saber que ya eres lo que tanto deseas ser? En ello estriba la fe. Aunque no veamos la felicidad, aunque no veamos al Poder que todo lo ha creado, sabemos que está ahí, con nosotros. Sabemos que en cualquier momento se va a presentar enfundado en sus bellos atuendos de paz y amor verdadero. Lo sabemos porque, aunque no tengamos memoria de ello, ya lo hemos vivido.
La respiración es el vehículo santo que nos acerca al Ser. Adórala, siéntela, fúndete con ella. Tómate unos minutos, varias veces al día, para cerrar los ojos y enfocarte en la respiración. Hazla, poco a poco, más profunda y deja que al exhalar todo lo que te agita se vaya. La respiración te ayudará a entrar en estado de meditación. Observa cómo cuando estás enojado o agitado tu respiración es rápida y entrecortada, pero cuando estás contento o tranquilo es más lenta y armoniosa. La cadencia con la que respiras es un testimonio de la salud con la que vives. Dale a tu mente y a tu cuerpo unos minutos de respiración consciente. Verás cómo a través de ella puedes reequilibrar tu estado interior y enfocarte en tus objetivos.