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  • Gael Rodríguez

La rutina del pensamiento


Todos hemos aprendido a colgarnos de nuestra mente limitada y a dejarnos arrastrar por los procesos rutinarios de pensamiento. Creemos que somos lo que pensamos. Y aquí no estamos hablando de aquellos pensamientos prácticos que necesitamos para resolver las cosas del día a día. Hablamos de todos los pensamientos que nos apartan de nuestro corazón y del momento presente. Los pensamientos, como las emociones, son nubes pasajeras que hay que dejar pasar. Cambian a cada rato, no son permanentes, no son estables, solo permanecen porque creemos que son verdad, nos identificamos con ellos y les damos fuerza. Así, pasamos de un pensamiento a otro, generando en nuestro cuerpo una emoción u otra. La emoción se alimenta del pensamiento y, a su vez, mientras dura, genera nuevos pensamientos.

Por eso cuando nos enojamos con alguien o con nosotros mismos, o cuando nos posee una emoción tóxica, seguimos produciendo durante un tiempo pensamientos de enojo que proceden de esa emoción. A veces, cada vez peores. En esos momentos, les damos total credibilidad y nos convertimos en ellos, sin ser conscientes de que no son verídicos, de que proceden de una emoción generada por un pensamiento original que tampoco es verídico. Si lo dejas pasar, se va, como la nube o como el perro con la cuerda. Entonces, si el pensamiento incómodo que no nos va a hacer bien y no nos va a llevar a buen puerto se va, ¿era un pensamiento verídico, refleja lo que realmente somos?

Solo somos lo que es eterno y permanece.

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