Cuando somos y hacemos aquello que naturalmente nos corresponde ser y hacer nos recargamos de energía y nos sentimos inspirados y felices. Nuestro contexto, el hábitat en el que vivimos y las personas con las que nos relacionamos nos es reconfortante, nos entusiasma, nos empodera. Nuestro corazón sonríe y por consiguiente inhalamos autorealización, salud y plenitud. Esto nos ayuda a que podamos afrontar mejor la otra cara de la vida, la que nos genera sufrimiento, aquellas cosas que con las que todavía confrontamos.
siempre hay un poco de sal y un poco de azúcar. Existen facetas de la vida satisfactorias y otras que no lo son. Por ello es fundamental que seas y hagas aquello que te hace sentirte bien, fresco, completo. De esta forma, podrás exhalar amor y no odio, dulzor y no veneno, ira. Cuanto más desarrolles un estado de mente feliz, más sabiduría adquirirás y mejor podrás responder a los retos y adversidades.
El conflicto nace en una mente que discute.