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Gael Rodríguez

El victimismo


Cualquier excusa es válida para que nuestro falso yo nos aparte de nuestra fortaleza interior, pero algunos pretextos para no ser feliz tienen más comedia que otros, como aquellas ocasiones en las que nos flagelamos a nosotros mismos culpándonos por algo que ya pasó o responsabilizándonos por algo que no está en nuestras manos resolver. Entonamos el "mea culpa" y nos regocijamos en el sufrimiento propio, en nuestro niño castigado.

¿De dónde viene esta conducta absurda? No es tan importante conocer el porqué de las cosas, su origen, como comprender nuestra propia naturaleza. Tenemos que ir hacia dentro, sumergirnos en nuestra verdad. Si nos enfocamos en ella pronto nos daremos cuenta que cualquier distorsión mental que nos aparte de nuestro centro es una errónea ilusión. Todo lo que nos aleja de la dicha del momento presente perece tarde o temprano, porque es un espejismo, una proyección mental de nuestro yo alterado.

En realidad, es muy sencillo saber cuándo estamos bien direccionados y cuándo no. Tan solo basta con observar dónde estamos...por dónde anda nuestra atención, cómo nos sentimos. Si no sentimos cansados, enojados, tristes, es muy probable que se deba a que andamos navegando por las quimeras que nuestra mente nos cuenta. Si nos sentimos frescos, alegres, inspirados es muy probable que todo nuestro yo esté enfocado en lo que nos está aconteciendo ahora, en la grandeza de lo que nos hace, en el aquí y ahora.

Una vez absortos en el engaño, no hay mentira mejor o peor que otra, todas están unidas por la misma mentira, creer que estamos separados de Dios. No hay ningún pretexto tan fuerte o importante como para alejarnos de nuestro Ser.

Céntrate y acalla con un golpe certero al titiritero que no te deja Ser.

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