A medida que transcurre nuestro día miles de acontecimientos llegan a nosotros. Algunos parecen tener una relevancia mayor y otros se presentan vestidos de nada.
Es muy fácil y frecuente disfrutar y festejar las grandes conquistas, pero casi nadie aprendió a regocijarse con las pequeñas cosas que son las que realmente construyen nuestro día, nuestra vida.
Resulta fundamental alegrarse con algo que parece casi imperceptible. Lo es, por el simple hecho de que los logros minúsculos son mucho más frecuentes que los grandes y en consecuencia estaremos sintiéndonos felices gran parte del día. Por el contrario, si no le damos relevancia y solo nos ponemos contentos con los grandes premios estaremos sumidos en una rutina vacía y apática.
Si lo que deseas es conquistar la felicidad, aprende a celebrar la vida a cada instante.
Tan solo imagina alegrarte con:
-Tener el escritorio ordenado y limpio de papeles irrelevantes.
-Almorzar algo que te resulta delicioso.
-Que las personas lleguen puntualmente a la reunión que organizaste y no pierdas valioso tiempo esperándolas.
-Llegar a la oficina rápidamente sin atascos en el tránsito.
-Haber contestado todos los e-mails y no dejar ninguno pendiente.
-Que falte nuestro jefe y estemos solos. Esto debemos tomarlo con humor!
También están los grandes resultados de los que hablábamos y no significa que debamos minimizarlos, todo lo contrario. Cuando hemos llegado a la meta, lo más oportuno es que disfrutemos y que nos relajemos. Que nos subamos a una especie de botecito que navega por un río calmo y nos dejemos llevar por esa alegría interna con toda la suavidad y la dulzura del mundo.
Es maravilloso disfrutar y mimarnos. ¡Claro que sí! Gozar con la tarea cumplida es una actividad que nos cargará de pura energía para poder seguir avanzando con más fuerza.
Esta sabiduría que has aplicado a tu jornada laboral
debes expandirla a todo tu día, a tu vida,
si lo que deseas es experimentar bienestar.