En la vida debemos atravesar todo tipo de situaciones y momentos. Algunos serán positivos y otros, dramáticos. El sufrimiento existe y forma parte de la vida al igual que la muerte. No hay nada más común que el dolor. Pero por suerte contamos con un fabuloso instrumento para poder aplacar el sufrimiento: relativizar. Si eres una persona espiritual habrás notado que todo es relativo, que la realidad depende de quién la observa y cómo lo hace, que lo que puede resultar un drama para una persona para otra es algo normal, que si observas la vida a través de tu mente será una carga, pero que si lo haces con tu corazón será una continua celebración del amor. Todo esto debemos llevarlo a la práctica y no hay mejor manera de hacerlo que relativizando, quitándole peso a todo lo que ocurre. ¿Por qué debemos restarle importancia? Sencillamente porque todo es pasajero, independiente de que nuestra mente lo valore como algo malo o bueno. También, porque todo se encuentra en continuo movimiento y si nos está pasando es porque es perfecto para nosotros y podremos sobrellevarlo. Nota cómo lo que ahora ves como un problema luego lo recordarás con cierto humor. Advierte cómo debes aprender algo más. Comprende que cada evento te está ofreciendo la oportunidad de crecer, de ser más sabio y, en consecuencia, más feliz. Si asimilas esta sabiduría, podrás relativizar todo lo que te ocurra a ti y lo que suceda a tu alrededor. Si confías en que la Divinidad sabe lo que hace y no comete errores, podrás, incluso, disfrutar de ello. Todo en esta vida tiene una solución si te encuentras conectado a tu campo creativo y basto de conciencia. Solo debes buscar en ese espacio sagrado cuál es la mejor forma de resolverlo y la respuesta aparecerá.
Relativiza para poder seguir avanzando fresco. Madura y comprende que todo está como tiene que estar. Acéptalo.