Normalmente tomamos las decisiones trascendentales de nuestra vida y, por qué no, también las cotidianas desde nuestro espacio racional. Deseamos tener la razón, tener el control. Creemos, desde nuestro ego, que cada suceso que llega a nuestra vida hay que analizarlo con criterio y siendo realistas.
Pero yo me pregunto: “¿Prefieres tener la razón o prefieres sentirte bien?” Esta pregunta destrabará inmediatamente tu comportamiento actual. Será como un cántaro de agua cristalina y fresca que irrumpe en tu rostro ofreciéndote la claridad necesaria para que la humildad aflore en tu vida.
Hace mucho tiempo que has dejado de ser intuitivo y te has volcado exclusivamente en lo que tu mente desea y pretende. Basas tu vida en parámetros rígidos cuando todo en este mundo se encuentra en continuo movimiento, en continuo cambio. La mente es necia, el corazón es flexible, dulce y verdadero. La mente puede equivocarse, el corazón nunca lo hace. En ciertas ocasiones puede que el corazón te diga que el siguiente paso lo debes hacer con la totalidad de tu intelecto y basado exclusivamente en lo racional, lo lógico, pero partirá de un punto de verdad, no de tu mente. Es decir, actuarás racionalmente, pero porque tu corazón lo ha decidido así.
Tu Ser se rige por leyes universales espectaculares y asombrosas. Tu Inteligencia Interior sabe perfectamente cuál es el siguiente paso que debes dar.
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