Entre el centro candente
de la Tierra
y el cosmos divino
que rodea su esplendor
surge la vida en
mil formas,
todas ellas acreedoras
de un sentido
y una gloria,
todas ellas unidas
por la música celestial
por el son de la creación
que las conforman,
una suerte de romance
de un trovador en trance
llamado corazón.
Retoño de inocencia,
cascada de agua helada
donde nace un nuevo sol,
yacimiento de alegría,
fuente de oro fundido
en devoción.
De ti me separan
presas que estancan mi río
y cambian mi constitución
de naturaleza salvaje
y guerrera del amor.
De ti me apartan
los rayos que truenan
en sonido abrumador,
no dejando que escuche
tu latido y tu candor.
De tu puerta me alejan
bufones en protesta,
procesión de plañideras
que amargan
mi existencia,
conexiones neuronales
que construyen
mi bajeza.
Hoy decidí apartar
tu quejido y tu bramar,
romper las capas de niebla
que ocultan mi verdad,
la posada de mi altar,
la luz enflorecida
vestida de dicha
gozo y paz.