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  • Luz Boscani

Comer en silencio y meditando


Una parte fundamental e imprescindible de nuestra vida es: alimentarnos, respirar y descansar (sueño), pero existe una más que no aparece en dicha lista y es la meditación.

Podremos experimentar una meditación atípica mientras nos alimentamos en silencio. Podemos combinar dos piezas que conforman el rompecabezas de la Divinidad.

El silencio nos proporciona paz interior, acaricia nuestra alma, hincha nuestro corazón. El silencio es la naturaleza de la que estamos hechos. El amor divino es silencio.

¿Cuánto tiempo trascurrimos en silencio verdadero? No hablo del silencio mientras estamos solos en casa mirando televisión o leyendo; hago referencia al que nos encoge, a esos momentos en que nuestros sentidos se alejan y solo queda espacio para la quietud y la voz de nuestro Ser.

Desperdiciamos mucha energía y tiempo colmando nuestra boca de palabras, llenan silencios incómodos, tapando grandes verdades y perdiéndonos en lo superfluo. ¿No creen que es momento de descansar? Debemos procurar encontrar un momento en el que descansemos profundo, en que nos dejemos llevar por la música cósmica, un espacio en donde no existan los problemas, donde lo real parezca irreal.

El silencio nos ofrece la posibilidad de profundizar, de reflexionar, de generar amor, de crear realidades, de formar parte del milagro de la existencia.

Cuando comemos en silencio podemos experimentar con mayor naturalidad el agradecimiento, el amor por todo lo que nos rodea, lo asombrosos que son los alimentos que ingerimos. Notamos la energía de la comida que se mezcla con la de nuestra sangre, nuestras venas. No es un silencio perturbador, es agradable, alegre y sanador.

El silencio mientras comemos resulta ser mucho más beneficioso y trascendental de lo que pensábamos. Calma la agitación de nuestra mente y permite que la comida se incorpore a nuestro organismo de una forma más delicada y sana. Nos permite bajar el nivel de estrés, las corrientes de pensamientos internos que nos agotan, el foco puesto en lo trivial, los sentidos abatidos. Nos brinda salud, bienestar, profundidad, madurez y crecimiento.

Si tan solo pudiésemos dejar de hablar para comenzar a escuchar. Puede que notemos cosas que antes no percibíamos, puede que hasta nos sorprenda lo que nuestro corazón nos diga.

Solemos hablar y hablar sin parar y comer hablando no hace otra cosa que continuar con la rueda y el movimiento acelerado que llevamos en nuestra vida. Utilizar el momento sagrado de comer para convertirlo en una herramienta de meditación y sanación es un camino muy inteligente de tomar.

Sanar a través de la alimentación y el silencio. El poder de las no palabras es conmovedor, es inusitado. Debemos entregarnos a esa fuente divina, debemos conectar con ese corazón sediento de nosotros, debemos escuchar más a nuestra alma y todo ello es posible gracias a quedarnos callados por unos minutos.

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