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  • Gael Rodríguez

La dramatización


"Lo pesado es la raíz de lo ligero.

La calma somete a la intranquilidad".

Con estos versos sagrados comienza el capítulo XXVI del Gran Libro del Tao. A lo largo de muchos años hemos aprendido que cualquier cosa que suponga una incomodidad en la vida es un problema. A veces, la cultura en la que vivimos o el entorno en el que nos hemos criado enfatizan esta forma de interpretar la realidad. Así, cualquier contrariedad o vicisitud que nos visita se transforma en algo problemático o incluso dramático. Nuestras expresiones, nuestros pensamientos y emociones adoptan un tinte dramático. Entonces, poseídos por este color grisáceo, oscurecidas nuestras lentes, respondemos como hemos aprendido que hay que responder: con agitación.

En realidad, la vida tiene mucho más de comedia que de drama, o así es como se ven las cosas cuando nos alejamos un instante de ellas y nos conectamos con nuestra raíz, con lo pesado. El verdadero drama reside en considerar las cosas desde una perspectiva dramática, cuando en el fondo todo es circunstancial, relativo y pasajero. Pero la responsabilidad sobre cómo respondemos no reside en las personas que nos han mostrado este camino o esta forma de reaccionar, sino en nosotros mismos. Ellos también fueron criados así.

Solo nos queda una opción: tener coraje para reconocer lo que somos y empezar a vivir la vida desde nuestra propia naturaleza y fortaleza, desde nuestra propia visión y filosofía. Somos los responsables últimos de nuestras emociones y pensamientos. Tenemos siempre la posibilidad de elegir actuar desde el Dios que llevamos dentro o desde la ira, la preocupación o el enojo. Siempre podemos parar, respirar hondo, desactivar nuestra mente alarmante y accionar desde la quietud interior. Tenemos esa capacidad innata. ¿Por qué reaccionar siempre de la misma manera si podemos ser mejores?, ¿Es razonable no hacer uso de lo mejor que tenemos? Sí, a veces es más fácil reaccionar mal que accionar con paz, pero si lo ponemos en práctica, un día lo será menos, y otro será como arenilla en el camino. En algún momento hay que empezar.

Nuestra esencia es la calma. Estamos hechos de ella. Nos inunda. Convertirnos en ella en vez de hacerlo en la intranquilidad o en el continuo "hacerse problema" no es más difícil que abandonar otros aprendizajes o creencias más superficiales. Solo nos separa una decisión. Estar anclados a nuestro eje es mucho más fácil que estarlo a lo que no somos. Vivir bajo los rayos del sol es mucho más fácil que negar su presencia. Ya somos eso.

Sí, siempre podemos ser mejores.

Inédito de Gael Rodríguez

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