Cuando nacemos, en el almacén del barquito en el que arribamos a tierra llevamos con nosotros una serie de paquetes que se irán abriendo una vez pasados los primeros tres o cuatro años de vida, cuando comenzamos a identificarnos nuevamente con lo que tenemos, con lo que los demás esperan de nosotros y con lo que hacemos. De alguna forma, esto sucede cuando comenzamos a separarnos del Dios que llevamos dentro.
Esta mercancía que traemos con nosotros y que abrimos a los pocos años de edad contiene patrones de pensamiento, pautas que siguen a nuestro lado y que cuando vamos creciendo no nos permiten vivir la verdadera felicidad, por la simple razón de que no nos permiten conectarnos a nuestro Ser.
Todo lo que no has transcendido anteriormente tendrás que volver a transitarlo ahora, en una nueva oportunidad. Nuestra alma elige los padres que vamos a tener, las circunstancias formativas y los aprendizajes de vida necesarios para volver a encontrarse con las vallas que no se han conseguido saltar en la vida anterior.
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